Nuestra hermana Elena Díaz Muriel sscc, que actualmente vive en Sevilla (España) y trabaja en Cáritas, nos cuenta en el libro “A la sombra del Malunggay. Relatos desde el corazón” su experiencia de varios meses en Filipinas.
“Nuestra presencia sigue siendo necesaria, pero como mediadores de la Palabra”
En este libro, como dice el subtítulo “relatos desde el corazón”, nos ofreces la vivencia profunda de tu experiencia en un barrio muy pobre del extrarradio de Filipinas, Bagong Silang. ¿Se puede dar pobreza, miedo, enfermedad, silencio y también esperanza, risa y música?
Indudablemente. Pero solo cuando “consientes” a que la realidad se exprese en lo que es, cuando te decides a entrar en ella y “decir sí” a lo que tiene que decir. Entonces, paradójicamente, el lugar de muerte se vuelve tierra fecunda, donde incluso de los peores escenarios, en ellos y mezclados con lo anterior, hay signos de Reino y de Vida. Como digo en alguno de los capítulos del libro, aún no sé cómo es posible, sólo se me ocurre expresarlo como “paradoja inenarrable” del Dios-con-nosotros del que tantos ejemplos tenemos en las historias bíblicas.
¿Te costó escribir este relato tan vibrante?
Para responder a esta pregunta, invito a los lectores a abrir el primero de los capítulos del libro, donde bajo el título “escribir”, intento poner palabra al proceso de redacción de estos pequeños relatos. Baste aquí decir que este libro, que se escribió en Filipinas, no es más que mi diario de oración ofrecido, como se cuenta al inicio, para testimoniar que hay luz al final de todas las batallas.
¿Hay alguna relación entre el árbol del Malunggay y Dios?
Absolutamente. También hay un capítulo que habla de ello. El árbol de Malunggay, como el Dios-con-nosotros, vive en medio de su pueblo. Es un árbol que se utiliza para multitud de comidas, jabones, medicinas… Es un árbol alto y grande, pero también quebradizo y tierno, que necesita del agua para poder dar Vida. Como ves, todo lo que digo del árbol, bien podría atribuirse a Dios, por eso este libro trata de narrar la experiencia de un pueblo, que permanece bajo Su sombra.
También haces un subrayado en torno a la vida religiosa: “La vida religiosa no es solo estar con los pobres (que es muy importante); también implica tener tiempos gratuitos con las hermanas, ayudándonos a entender qué hacemos y por qué lo hacemos, con qué sentido vivimos y trabajamos”.
Creo que está ampliamente demostrado que los espacios de misión antes habitados casi en exclusiva por la vida religiosa han pasado a estar al frente de profesionales formados y capacitados para la acción social que hacen lo mismo que nosotros, a menudo mucho mejor que nosotros.
La vida religiosa ya no es la única (gracias a Dios) que se encarga de “los pobres”, y bajo mi punto de vista, es absolutamente necesario que nos paremos a pensar qué sentido tiene seguir habitando espacios en los que ya no somos imprescindibles.
¿Hay algo que nos haga significativos? Definitivamente sí. El desde dónde y por qué (o por Quien), hacemos lo que hacemos. Nuestra forma de estar en los espacios de exclusión, parte del convencimiento de que ninguna vida está abandonada a su suerte, y que la promesa de Dios, se cumple y se cumplirá siempre y en todos; que el sufrimiento, la oscuridad, la muerte, “las muertes” de cada día…. Nunca tienen la última palabra.
Pero descubrir esto y vivir desde aquí, solo puede darse cuando mi vida espiritual, mi relación con Aquel que ha pronunciado todas estas palabras, es “viva y eficaz”, cuando cuido mi relación con Dios, cuando dedico tiempo a aquellas con las que he sido enviada, cuando creamos “espacios de Reino” en nuestros hogares donde otros pueden venir a descansar y a descubrir el valor de las promesas cumplidas.
Creo, por tanto, que en los tiempos que corren, nuestra presencia sigue siendo necesaria, pero como mediadores de la Palabra, que en su entrega y testimonio, hablan del Reino de Dios y de la vida vivida con sentido, desde la vocación a la que todos somos llamados. ¡Que reto tan enorme seguimos teniendo entre manos! ¡Qué necesidad tan grande sigue teniendo el mundo de estos espacios! Adelante pues.
Narras la experiencia de una extranjera, despojada de sus capacidades, en una tierra humilde donde brotarán la sonrisa y el contacto como el único lenguaje esencial que cura y hermana.
Cuando no hay palabras con las que darnos a conocer, o con las que dominar la realidad, hay que aprender a ver que siempre han estado ahí esos “otros lenguajes”, que son universales y accesibles y que solo tienen una condición previa: querer encontrarse con otros, y dejarse encontrar.
Has puesto voz a muchas historias de personas que están al margen de la cuneta de la historia. ¿Te quedas con alguna en particular?
Como respuesta, voy a contar una, que nunca llegué a escribir y, por tanto, no aparece en el libro. La narro ahora por primera vez. Quizás es el modo de decir que me quedo con todas las historias que aún no han sido contadas; con la realidad de un pueblo que es más que lo que este libro ha podido abarcar.
La azotea de casa. Ese lugar perdido (que no abandonado) en medio de Bagong Silang. Va atardeciendo, y estoy sentada allí arriba en mi rato de lectura y oración diario. Escucho una risa distante y muy flojita y levanto la vista alrededor. Veo los tejados de las casas de mis vecinos, todos hechos con chapas de metal, con alguna que otra azotea de cemento como excepción parecida a la mía. El árbol de Malunggay sobresale aquí y allí entre las chabolas y al escudriñar los tejados, buscando esa risa que suena a inocencia, descubro en una azotea algo distante, una silla de plástico, donde una madre está sentada y su hija juega a peinarla. La niña tendrá entre dos y tres años, y parlotea con su madre entre escombros y basuras, sin importarle la suciedad, absorta en su tarea de peinar.
Un milagro en medio de la miseria. Un esfuerzo invertido con las fuerzas que dan dos años de vida, en crear belleza por puro amor. Aunque no vaya a “servir de nada”. Empeñarse en “embellecer” a otros. ¿No es eso lo que hace Dios? Un instante de plenitud que perfora la realidad y nos recuerda que somos amados, que somos bellos a los ojos de otros (de Otro). Y que eso es todo lo que necesitamos.
Enlace a la web del libro:
https://editorial.sanpablo.es/producto/a-la-sombra-del-malunggay/
09/01/2025