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SAN PACOMIO, Protector de la Congregación

Nacido en la Tebaida superior de Egipto hacia el año 292, abrazó de joven la fe de Cristo y fue admitido entre los discípulos del monje Palemón. Más tarde, quizás para agrupar a los eremitas que vagaban dispersos, fundó la vida cenobítica en las regiones cercanas al Nilo. Les dio una regla escrita en idioma egipcio para organizar la oración, la vida y el trabajo. Como primer moderador de los cenobitas estuvo al frente de cerca de siete mil monjes. Emigró al Señor el año 346.

 

 

Extractos de los “Consejos” de san Pacomioabad
(PL 23,82-84)
Ahora es tiempo de agradar a Dios

Honra a Dios y te irá bien. Acuérdate de los sufrimientos que han soportado los santos. Tengamos una sola alma y perseveremos en nuestra vocación. Hagamos todo con cuidado, para que merezcamos llevar adelante el estilo de vida que hemos abrazado. De ese modo, no nos pareceremos a los que ponen su alegría en cosas vanas y transitorias, y evitaremos que nuestro espíritu se aleje del camino recto, caiga en el pecado y ya no pueda esperar los bienes eternos.

Nada hay mejor, a nuestro juicio, que conocer la voluntad de Dios. Pues el hombre que obedece a la verdad se hace superior a todos. Sin embargo, el peor mal consiste en resistirse a la ley de Dios y acomodarse a la propia voluntad. El que cumple su propia voluntad se ve privado del conocimiento de Dios, no puede caminar en la senda de los santos, y, en su última hora, sólo encontrará la perdición y los lamentos.

Por tanto, ahora es tiempo de agradar a Dios, ya que la salvación se obtiene en la tribulación. No seamos de los que creen fácilmente en los momentos de alegría, pero se alejan de la fe cuando llega el sufrimiento. Está escrito: “si haces un voto al Señor, no tardes en cumplirlo” (Eclesiástico 5,3), y no seas débil en la tribulación sino ten paciencia e implora al Señor.

Tengamos siempre ante nuestros ojos al Señor y recordemos sus sufrimientos, su crucifixión y su muerte, con la que nos da la redención y la vida. Odiemos el mundo y todo lo que contiene, odiemos cualquier descanso del cuerpo. Renunciemos a esta vida para que podamos vivir para Dios.

Hagamos memoria, queridos hermanos, de nuestra profesión. Recordemos cómo prometimos servir a Dios: de eso se nos pedirá cuentas el día del juicio. Soportemos el hambre, la sed, la desnudez. Estemos en vela durante la noche, y, mientras salmodiamos y oramos, derramemos lágrimas gimiendo en el fondo del corazón. Examinémonos con cuidado, para saber si Dios nos encontrará indignos de su clemencia. No huyamos de la fatiga de la tribulación, de manera que podamos llegar al descanso del divino consuelo y merezcamos obtener la vida inmortal y el descanso eterno.

 

 

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SAN PACOMIO

15/05/2013