Este breve vídeo "Dar testimonio: Amar hasta el final" se ha inspirado en la reciente beatificación en París de cuatro sacerdotes pertenecientes a la Congregación de los Sagrados Corazones y de San Damián de Molokai (Apóstol de los leprosos), otro sacerdote de la misma Congregación cuya fiesta celebramos el 10 de mayo. Los sacerdotes de Francia, junto con otras personas, fueron fusilados en París el 26 de mayo de 1871 (ahora se conmemora su fiesta). San Damián murió en la isla hawaiana de Molokai el 15 de abril de 1889, tras 16 años de convivencia, amor y servicio a sus "queridos leprosos". Entendamos sus vidas como tomadas o entregadas, todos ellos dieron testimonio (martirio) de que Dios nos ama hasta el final.
El vídeo puede verse a partir del 22 de mayo.
Enlace Youtube: https://youtu.be/EFWmel9CsnI
Para los espectadores que no hablen inglés, he aquí el texto en francés y español.
Dar testimonio: Amar hasta el final, por Derek Laverty sscc
Creo que la mayoría de ustedes saben que soy sacerdote. Pertenezco a una congregación religiosa internacional conocida como la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María. La Congregación se fundó en Francia en 1800, justo cuando la Revolución Francesa tocaba a su fin. Era una época en la que la gente perdía literalmente la cabeza. Nuestros fundadores -un hombre y una mujer- pronunciaron sus primeros votos en la Nochebuena de aquel año. El fundador era un sacerdote clandestino, escondido de las autoridades francesas porque se negaba a prestar juramento de fidelidad al Estado. Nuestra fundadora había sido encarcelada junto con su madre por dar cobijo a sacerdotes clandestinos.
Por azares del destino, por voluntad de Dios, sus vidas se salvaron y sus caminos se cruzaron, dando lugar a un encuentro de corazones, mentes y almas. En las difíciles circunstancias que habían vivido, cada uno tuvo una experiencia particular de Dios que compartió con el otro.
Dos cosas surgieron de su intercambio: la conciencia de que la gente en Francia había perdido de vista a Dios como un Dios amoroso, y la convicción de que Dios los llamaba a ambos a fundar una Congregación de hombres y mujeres dedicados a la oración y a la misión, que consagrarían sus vidas a contemplar, vivir y anunciar el amor de Dios para todas las personas.
223 años más tarde (el mes pasado) me encontraba en París con un buen número de miembros de nuestra Congregación -hermanos, hermanas y miembros de la rama secular- que habían viajado desde muy lejos. Estábamos en París para celebrar la beatificación de cuatro de nuestros hermanos religiosos que habían sido ejecutados en París en mayo de 1871. Sus muertes se produjeron al final de la llamada Comuna de París, un movimiento social parisino de corta duración que buscaba más participación, libertad e igualdad para el pueblo. Este movimiento fue finalmente derrotado por el ejército francés, pero no sin una gran pérdida de vidas, incluidos nuestros cuatro sacerdotes.
Esto me lleva al punto central que me gustaría compartir hoy con ustedes: se trata del martirio y de cómo entenderlo. La palabra mártir -una palabra griega- significaba originalmente "el que da testimonio", el que promete decir la verdad y defenderla cueste lo que cueste. Con el tiempo, el término empezó a incluir a personas asesinadas por dar testimonio de sus creencias religiosas o simplemente por ser creyentes.
La Iglesia Católica define el martirio como el "testimonio supremo... hasta la muerte" (CIC 2473). En este sentido, recordamos a Esteban, el primer mártir de la Iglesia, a los apóstoles y a los muchos hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos, e incluso hoy, se han mantenido firmes en su fe a costa de su vida.
Curiosamente, el Papa Francisco habló recientemente de que los mártires son "más numerosos en nuestro tiempo que en los primeros siglos", cuando la Iglesia primitiva era perseguida" (19/4/2023). Está pensando no sólo en los que han perdido la vida a causa de su fe, sino en los muchos hombres y mujeres que han sido desterrados, exiliados o encarcelados por aquello en lo que creen.
Mientras pensaba en este discurso, me vino a la mente la frase "dar y recibir". A nuestros cuatro sacerdotes franceses les arrebataron la vida. Pero hay innumerables personas que, siguiendo a Jesús, dan su vida y a veces su muerte al servicio de los demás. También esto es un testimonio, también esto es una forma de martirio.
Pensemos en san Damián, cuya fiesta celebramos el 10 de mayo. Amó, vivió y murió por sus queridos leprosos. Recordamos a Dorothy Day, que militó sin cesar en defensa de los pobres, desamparados, hambrientos y sin techo, a la Madre Teresa de Calcuta y su dedicación a los más pobres entre los pobres, a Martin Luther King, a Gandhi. Pero, como ya se ha dicho, estos nombres tan conocidos no quitan mérito a la multitud de personas que silenciosa y desinteresadamente hacen sacrificios diarios, hasta el punto de entregar su vida.
23/05/2023