Ha fallecido el 10 de octubre de 2009 en Poitiers, Francia, la Hna. Romilda, de 97 años de edad. Había entrado al noviciado en 1932 en Paris, Francia, y hizo su profesión perpetua el 11 de febrero de 1937 en París.
El sábado 10 de octubre de 2009, La Congregación de los Sagrados Corazones, extendida por los cuatro puntos cardinales del mundo, vivió en la alegría y la acción de gracias: Al día siguiente en Roma se canonizaba a uno de los suyos, el Padre Damián de Veuster, nuestro querido hermano Damián de Molokai, Apóstol de los Leprosos...
En el momento en que la multitud de Hermanos y Hermanas estaban reunidos en Roma en la amplia Basílica de Santa María de Minerva en Roma para una vigilia de oración, nuestra querida Hermana Romilda se durmió para siempre en la paz del Señor y entraba en la Casa del Padre. Qué alegría para ella de ir a festejar en el cielo el primer santo de nuestra familia religiosa.
Fue un momento muy intenso para quienes rezaban y cantaban a coro “Atreverse en la vida... Atreverse a hablar de amor todavía...” Durante ese tiempo, la pequeña vela en que se había transformado la Hermana Romilda se apagaba después de haber brillado hasta el fin, hasta el extremo... durante 97 años.
La Hermana Romilda COLIN nació en Nauefor (Baviera-Alemania) el 5 de mayo de 1912. Entró en la Congregación el 20 de enero de 1932 en Roma donde hizo su compromiso el 11 de febrero de 1934 en Picpus. De regreso en Roma, asegura los servicios de acogida. Sus votos perpetuos la traen a Francia donde permanecerá numerosos años. En 1965 la Casa General se instala en Roma y Romilda forma parte de la comunidad de Cassia . En 1980 tuvo la alegría de “trabajar” en la Parroquia de la Via Acerra, pequeña comunidad en la montaña, bien insertado en ese medio.
De origen italiano, nacido en Alemania, la Hermana Romilda, llegó a la Grand’Maison de Poitiers en 1986 después de una veintena de años pasados en Italia. Qué ardor desplegó participando en las reuniones de oración donde hizo tantos amigos... y llevando la comunión a personas enfermas o ancianas.
De acuerdo a los testimonios recogidos de aquí y de allá y de los que la conocieron de cerca se puede decir de la Hermana Romilda como una persona de oración, sencilla y ferviente. Cuántas veces la oímos decir, incluso tarde a la noche, y hasta sus últimos meses: “Me falta hacer todavía una adoración...” Esta oración de Adoración, la Hermana Romilda sabía hacerla vida en lo cotidiano con su delicadeza, su amabilidad y su sonrisa.
Demos gracias a Dios por la vida y la vocación de nuestra Hermana...Le digamos; “Adiós, Arrivederci!” Le testimoniemos nuestro reconocimiento por haberla tenido como hermana y le pidamos que no nos olvide delante del Señor Trinitario que con tanto fervor amó y sirvió.
Os confiamos a Romilda a vuestra oración fraternal.
De un texto de Jeanne Cadiou ss.cc. el día de las exequias.
Sor Maria Hélène Granjon y Marie-Sylvie Maurin
10/10/2009