Hablar con el corazón
Honorino Rodríguez Rodríguez, que en religión recibiría el nombre de Faustino -el nombre de pila de su padre-, nació el 9 de febrero de 1929 en Boñar (León). Era el número 9 de 11 hermanos. Hijo de Faustino y Claudia, a los 11 años ingresó en la Escuela Apostólica de Miranda de Ebro. Ya regresaría a su pueblo únicamente los veranos. Pero la vuelta a sus raíces y el estar rodeado de su numerosísima familia, le hacían inmensamente feliz. A sus 19 años inició el noviciado, el 7 de septiembre de 1948, en la Congregación de los Sagrados Corazones, en El Escorial. El 8 de septiembre del año siguiente profesó temporalmente. Su profesión perpetua se celebró en Miranda de Ebro. Más tarde, llegaría el diaconado en Madrid y el orden sacerdotal en septiembre de 1955 en El Escorial. Como indicó el Superior Provincial de Andalucía, Juan Manuel de Mula ss.cc., en la homilía de la misa córpore insepulto, “Faustino fue un instrumento fiel en las manos del Señor, con 61 años de profesión y 55 de sacerdocio”.
Sus primeros años como sacerdote los desarrolló en la Escuela Apostólica de Miranda, de la que fue prefecto, y en el Colegio de Martín de los Heros de Madrid, donde ejerció como profesor. Más tarde, en 1963 continuó como profesor y consejero local en Torrelavega.
En 1967 llega al Colegio San José SS.CC., de Sevilla, donde desarrolla su labor como profesor, administrador local y administrador viceprovincial. Será el primer administrador provincial de la Provincia de Andalucía.
De 1975 a 1986 es destinado a la comunidad del Colegio Valcárcel, de Cádiz, en la que continúa su labor docente. Al cierre del Colegio es destinado a la comunidad de la Parroquia del Buen Pastor, en San Fernando (Cádiz) donde continúa visitando a los que fueran alumnos y a sus familias, en muchos casos desestructuradas, del Colegio Valcárcel a través de su trabajo en la Diputación. Fue capellán de la Escuela “Salus Infirmorum” de Cádiz. En esta etapa convivió entre otros con el superior general, Javier Álvarez-Ossorio ss.cc., y con el Provincial de Andalucía, quienes tienen el recuerdo de un “abuelo que los cuidaba y mimaba”. Estando en San Fernando, apoyó decisivamente la creación del Hogar P. Damián para niños en situación de desamparo. Se encargó de acondicionar personalmente el inmueble que se convertiría en casa para estos menores. Los hermanos y las hermanas recuerdan las comidas especiales que organizaba, con cordero y vino de su tierra leonesa y cómo gozaba con los famosos dulces “nicanores” de su Boñar natal.
Con la jubilación regresa a Sevilla a la Casa Provincial en 1994, donde se desempeñará como superior y ecónomo. En 2001 se incorpora a la comunidad de Los Remedios en el que será el tramo final de su vida. En la Parroquia de los Sagrados Corazones celebrará la eucaristía y atenderá el confesionario. Un padre de familia le recuerda como “muy buen confesor, dando sus ‘paseos’ rezando delante de los confesionarios, con su estola morada, esperando a sus parroquianos”. Antes de que su salud se fuera deteriorando progresivamente, se dedicó a las visitas a los enfermos de la parroquia, algunos de ellos y muchos de sus familiares estuvieron presentes el día de su entierro, el 5 de octubre, fiesta de las témporas y de acción de gracias, en la misma Parroquia de los Sagrados Corazones, junto con otros feligreses, personal del Colegio San José SS.CC. y parroquianos del Buen Pastor de San Fernando. Además de un numeroso grupo de hermanos y hermanas de los Sagrados Corazones de Andalucía, Extremadura y Madrid. También le acompañó la familia del enfermo que compartió habitación en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla donde falleció.
Su salud se agravó con un tumor por el que hubo de estar hospitalizado durante más de un mes. Fue cuidado por su comunidad y por su hermana María Jesús, también religiosa de los Sagrados Corazones. El 3 de octubre de 2010 subió a la Casa del Padre misericordioso su siervo bueno y fiel. Finalizaban tantas preocupaciones de salud que había tenido en los últimos años y se encontraba para siempre con el Amor de los Sagrados Corazones, a los que había consagrado su vida.
De carácter tímido, Faustino se emocionaba con la Congregación y tenía un especial cariño por las religiosas de los Sagrados Corazones, también gozaba con el encuentro con sus amigos o familias conocidas. La superiora general, Rosa María Ferreiro ss.cc., recuerda que “fue muy buen hermano con nosotras durante mi tiempo en el noviciado de Sevilla”. De hecho, él mismo preparaba para la comunidad del noviciado una bandeja de trufas para iniciar tan significativa etapa. En su ancianidad pasaba más de una vez al día un buen rato de adoración ante el Santísimo. Cuando escribía la carta a los Reyes Magos, como lo hacía el resto de hermanos de la comunidad, lo único que pedía era algún dinero para poder socorrer a alguna familia necesitaba. Era muy amante de su tierra leonesa y un gran aficionado al fútbol. Disfrutaba viendo comunitariamente partidos de este deporte, especialmente de su equipo favorito, el Barça, y solía utilizar términos en latín para animar las jugadas. Quizá Faustino no destacó por ser un gran orador, pero sí trató de pronunciar con los gestos del día a día, su sencillez y pequeños detalles el mejor de los sermones: el de la fidelidad de su vida religiosa y sacerdotal. Sus restos reposan en el Panteón que tiene la Congregación en el cementerio de San Fernando de la capital hispalense. Descanse en la paz, junto a Ti, Señor.
Fernando Cordero ss.cc.
03/10/2010