Enriqueta Aymer de la Chevalerie nació el 11 de agosto de 1767 en el castillo de La Chevalerie, en la localidad de Saint Georges-de-Noisné, no lejos de la ciudad de Poitiers. Vivió la infancia feliz, de niña única entre dos hermanos varones y dentro de un medio familiar unido y cálido.
Su padre murió en 1777, cuando la niña tenía 11 años. Enriqueta se convierte entonces mucho más en apoyo para su madre. Quiso dar a su hija la mejor formación posible y la puso por algunos años en el internado de las benedictinas de Santa Cruz, en Poitiers. Enriqueta tenía una bonita figura, un rostro vivo y una mirada penetrante, junto a una conversación salpicada de ocurrencias y finura. Eso la convertía en un foco de atracción en las tertulias de la nobleza de Poitiers. Su gran fuerza fue siempre su encanto personal.
Con la llegada de la Revolución las cosas van a cambiar. En los años 1792 y 1793 no dudaron en acoger en su casa a sacerdotes que se negaron a hacer el juramento constitucional. Una empleada del vecindario les delata y madre e hija son llevadas a la cárcel de las Hospitalarias, en la ciudad de Poitiers, el 22 de octubre de 1793.
Se abre un tiempo de angustia y de justificados temores: ser llevado a la guillotina era siempre probable en aquellos trágicos tiempos del Terror. La permanencia en la prisión fue de casi un año y para Enriqueta fue una experiencia muy intensa. Los conventos de antaño, convertidos en cárceles y atestados de gente, no ofrecían las mínimas condiciones higiénicas, ni las comodidades más elementales. La gente encarcelada en las Hospitalarias estaba formada por personas de la nobleza, que se las arreglaban para hacer como si continuase su vida social. En esos meses aflorará en Enriqueta algo que estaba adormecido, su gran capacidad de interiorización, de profundidad. Atendió especialmente a la hija del carcelero y a una señora despreciada por los demás por sus ideas cercanas a la Revolución.
Algunos sacerdotes refractarios saltaban los muros de las cárceles para confesar a los prisioneros. Enriqueta hizo con esa ocasión su confesión general. Ese fue un paso importante en su acercamiento a Dios. El 11 de septiembre de 1794 se abrieron para las Aymer las puertas de la cárcel y pudieron regresar a su casa de la calle "des Hautes-Treilles" en la parte alta de la ciudad.
Enriqueta era otra persona. Tenía 28 años y pedía a Dios que le diera a conocer al guía que le destinaba. En noviembre de 1794, después de averiguar qué sacerdote podría dirigirla, le dieron varios nombres y entre ellos estaba el del P. Coudrin, que en ese momento tenía 27 años. Al oírlo en una misa que él decía, ella que andaba angustiada por su método de oración, encontró la paz: "No me equivoco, - se dijo -, ya que él predica como yo rezo". Desde entonces comenzó a confesarse con el P. Coudrin, .
En los primeros meses de 1795, pidió ser admitida en la Sociedad del Sagrado Corazón. Al principio fue rechazada la petición de Enriqueta, por su fama anterior de persona mundana. En marzo del mismo 1795 fue admitida como externa. El Buen Padre le asignó un hora en el turno de la adoración, lo que según ella “fijó su destino”. Allí completó su primera conversión. ,
Su silencio llamaba de modo particular la atención. Siempre estaba allí, ante el Sagrario disimulado en el muro, con alguna costura entre manos y el espíritu como ausente y sin hablar con nadie. Sin que ella misma lo pretendiera, se iba produciendo dentro de la Asociación una polarización en torno a su persona. Un grupo de jóvenes deseaba llevar una vida como la suya y quería ser conducido por ella. Guiada por Pedro Coudrin, había hecho suyo el "celo por la obra de Dios" que él irradiaba y en obediencia a ese celo aceptó a fines de 1796 hacer de superiora de ese grupo que las demás llamaron "Las Solitarias".
Decidieron comprar una casa que no dependiera de la Sociedad del Sagrado Corazón, pero no había dinero para ello. Enriqueta entonces decidió vender todo el patrimonio heredado de su padre, para comprarla. Al fin se había encontrado una casa que gustó a todos por su ubicación tranquila, en la calle Des Hautes Treilles, justo frente a la casa de la señora Aymer.
El 25 de agosto las Solitarias tomaran un hábito gris bajo los vestidos seculares y pronunciaron sus primeras resoluciones. El 29 de septiembre siguiente las Solitarias ocuparon su nueva casa. Poco después el resto de la Sociedad las siguió, pero ahora la situación había cambiado: las dueñas de la casa eran las Solitarias. Se dio a esta nueva residencia el nombre de "Grand´ Maison", que conserva hasta hoy.
Las autoridades diocesanas concedieron al grupo una aprobación secreta, pero escrita. El 20 de octubre de 1800 las primeras religiosas hicieron junto a la Fundadora sus primeros votos públicos en el oratorio, escogiendo para ello el aniversario de la salida del P. Coudrin de La Motte y de su entrega a Dios al pie de una encina en 1792, ocho años antes.
El P. Coudrin y la Madre Enriqueta hicieron sus votos "como celadores del amor de los Sagrados Corazones" en la Nochebuena de ese año 1800. Es la fecha que suele considerarse como de nacimiento de la Congregación.
La Buena Madre abrió 17 casas en Francia, en medio de la mayor penuria económica. Fue la administradora y la “madre de familia” de las dos ramas (hermanos y hermanas). En sus comunidades se educan muchos centenares de niñas, preferentemente pobres, y se ayuda a muchas familias. Y todos sienten el apoyo y la seguridad de esa mujer pequeña, acogedora, alegre, imaginativa, que sabe crear en torno suyo un ambiente de cordialidad, y es un centro de unión que aglutina a la gran familia. Llega a recibir unas 900 hermanas, ve morir a más de 200, entre ellas a su amiga y confidente Gabriel de la Barre.
Vivió una vida de penitencia y austeridad verdaderamente fuera de lo normal, al tiempo que destacaba por su comprensión, flexibilidad y por los detalles minuciosos de su trato con los demás.
Éste es también el fundamento de su pedagogía: que las niñas se sientan queridas, estimuladas, en síntesis “que se encuentren felices entre nosotras”.
No queda fuera de ese celo el transmitir el amor los habitantes de aquellas “islas lejanas” que el Buen Padre había percibido en el granero de la Motte d’Usseau. Con esa ilusión colabora en la preparación del viaje de los primeros misioneros: ella no podrá ver ya la marcha de las hermanas que en un futuro habrán de cruzar también el mar para llevar el mensaje… o para dar su vida en el camino, como el grupo a bordo del “Marie-Joseph”.
El desgaste de una vida dura como fue la suya, la media de vida del momento, hacen que Enriqueta caiga fulminada por una trombosis en diciembre de 1829, a los 61 años. Aunque se recupera algo, la hemiplejía que le inutiliza el lado derecho de su cuerpo, hace que ya no pueda volver a la vida de actividad plena, pero sigue siendo desde su habitación el alma de la “Obra”.
Su actitud personal en los cinco años de enfermedad, es la realización de aquel proyecto personal que expresó el día de su consagración a los Sagrados Corazones “… a cuyo servicio deseo consumirme como este cirio”. El 23 de noviembre de 1834 la “Petite Paix” (como solía llamarla el Fundador), entra de lleno en la Gran Paz después de completar el itinerario de una vida llena, dejando su “Obra” en marcha. Esa “Obra” que ella ha fundado y mantenido con el convencimiento de que era “una necesidad para el Corazón de Dios”.
La Buena Madre en fechas
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El 11 de agosto de 1767 nace en S. Georges-de-Noisné, población situada al suroeste de Poitiers.
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Entre 1785 y 1793 vive su juventud en un “ambiente mundano”, muy propio de su condición de mujer de clase noble.
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Entre el 22 de octubre de 1793 y el 11 de septiembre de 1794 permanece arrestada en la cárcel de las Hospitalarias, en Poitiers, por esconder a sacerdotes que se negaban a jurar la constitución civil del clero. Allí vive una experiencia de conversión, que cambiará el rumbo de su vida.
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En marzo de 1795 es recibida como externa en la Asociación del Sagrado Corazón, grupo que acompaña el Buen Padre.
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El 20 de octubre de 1800 hace sus primeros votos, junto a otras cuatro compañeras.
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El 24 de diciembre de 1800 hace sus votos definitivos.
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El 23 de noviembre de 1834 muere en Picpus, París.
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Tumba de los fundadores en el cementerio de Picpus, París