En una carta a las hermanas de la casa de Le Mans, del 8 de julio de 1828, el Buen Padre les decía:
"Saboread, saboread a Dios en el viaje de la vida.
Sólo él es bueno…
Lejos de su corazón, todo se vuelve amargo…
Decídselo a todas; decídselo también a mi hermano y a sus amigos.
Esta es mi propia experiencia…
Vivamos por él… Eso es la verdadera felicidad."